¿Un cerebro feliz es un cerebro más productivo?

¿Qué nos puede decir la Neurociencia sobre el bienestar de las personas y de las naciones? ¿Un cerebro feliz es un cerebro más productivo? Claves para aumentar nuestros niveles de bienestar y construir la felicidad en tiempos de pandemia

Muchas veces se mide el progreso económico y social de un país estimando la productividad, el crecimiento o la longevidad de la población. Estos indicadores se utilizan para tomar decisiones y orientar las políticas. Sin embargo, ¿estas métricas nos hablan de las personas y su bienestar? Hoy en día los gobiernos y las organizaciones se están enfocando cada vez más en aumentar la felicidad, la satisfacción general con la vida y el sentido de propósito de las personas. Las neurociencias, en conjunto con otras disciplinas, brindan un gran potencial para intentar comprender las bases neurológicas del bienestar y contribuyen con aspectos clave para su construcción personal y social en diferentes ámbitos y momentos de la vida.

En palabras de Facundo Manes, fundador de la Fundación INECO, el bienestar es un término amplio y usado cotidianamente pero se puede abordar desde un punto de vista científico: “no es sencillo definir algo como la felicidad o el bienestar ya que se trata de constructos complejos. Muchas veces resulta conveniente descomponerlo, no para minimizarlo o reducirlo, sino para entenderlo más claramente”. Uno de los notables focos de investigación de las neurociencias ha sido la determinación de los circuitos de recompensa en el cerebro –claves para el placer y el deseo–, mecanismos que involucran distintas regiones cerebrales y que se encuentran comunicados mediante mensajeros químicos. Estos circuitos se activan cuando realizamos una actividad placentera o cumplimos un objetivo. Pero luego de realizada esa tarea ¿qué nos sucede? ¿Cuánto dura ese bienestar?

La felicidad no está dada solo por el placer inmediato, la vida hedónica, la satisfacción que nos puede proporcionar una comida, un paisaje, una reunión con amigos. Sino también por la satisfacción que nos producen los logros a largo plazo, frutos que surgen del esfuerzo del trabajo y la planificación: la felicidad eudaimónica. Nuestro cerebro se transforma de manera constante y la buena noticia es que cada uno puede influir de manera positiva sobre estos cambios: las decisiones que tomamos diariamente influyen en nuestra salud, en nuestros proyectos y en nuestra felicidad. Si bien hay estudios que muestran que la genética puede determinar una proporción de nuestro bienestar, esta influencia no es más que un 30%, lo que significa que podemos modificarlo ya que la felicidad se construye.

¿Y cómo logramos que ese bienestar nos ocurra? 

Algunos de los aspectos clave son:

  • Aceptar las emociones negativas y reconocer la complejidad de la vida: significa que estamos conectados con lo que nos está pasando.
  • Trabajar en la manera en que pensamos y expresamos nuestros sentimientos, reduciendo los pensamientos negativos. “Cambiar la manera en que sentimos cambiando la manera en que pensamos”.
  • Establecer y lograr metas realistas.
  • Saborear los acontecimientos ordinarios positivos.
  • Tener hábitos saludables: la actividad física refuerza nuestro pensamiento creativo, es un buen ansiolítico y antidepresivo natural. Tener una alimentación saludable y cuidar el sueño también es importante. Dormir entre 7 u 8 horas.
  • Regular las demandas del entorno a nuestras posibilidades reales: a veces decir que no es saludable.
  • Manejar nuestras expectativas.
  • Promover la espiritualidad y la sensación de propósito.
  • Meditar, disfrutar del presente. Un cerebro atento al presente es un cerebro más feliz y más productivo.
  • Agradecer por lo que se tiene en vez de preocuparnos por lo que nos falta.

No hay que pensar el bienestar como algo que se tiene o no se tiene, sino que es un continuo. Las personas podemos realizar modificaciones internas para construir la felicidad si nos centramos en emociones positivas y en realizar actividades en las que perdamos la noción del tiempo y del espacio, como cocinar, bailar, cantar y otras actividades que nos lleven al estado de “flow”, un estado psicológico donde hasta la noción de uno mismo se diluye. A su vez, consolidar relaciones humanas íntimas y afectuosas es fundamental ya que somos seres sociales. Ser altruista o generoso activa los centros del placer. Las personas generosas reportan tener más amistades, soportar más los obstáculos de la vida y son más resilientes. Un cerebro infeliz es un cerebro menos inteligente, menos creativo y menos productivo.

Si bien este enfoque se centra en lo que cada persona puede hacer individualmente, hoy en día la evidencia muestra que aunque la felicidad es subjetiva, puede medirse y relacionarse con las tendencias de las sociedades. Más allá de que la felicidad pueda ser trabajada por los individuos está íntimamente relacionada con las políticas públicas. En la actualidad la preocupación por el bienestar y la felicidad se ha extendido a otras disciplinas, como la economía. Por ejemplo, El Foro Económico Mundial sostiene que se debe generar un modelo económico diferente, uno que satisfaga las necesidades básicas de todos los seres humanos del planeta, que respete los recursos naturales, que sea más justo y cuyo objetivo principal no sea el crecimiento per se sino optimizar el bienestar humano.

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