Hoy no, mejor mañana: ¿Por qué procrastinamos?

¿Alguna vez te has encontrado en la situación de postergar tareas o actividades que tienes que hacer? Si tu respuesta es que sí, no te preocupes, mucha gente posterga cosas que debe o quiere hacer. 

La procrastinación es la acción de posponer o demorar actividades o situaciones importantes, mientras se atienden actividades o situaciones más irrelevantes o más agradables. 

La procrastinación puede tener su origen como síntoma de algún trastorno psicológico como la depresión, la ansiedad o el trastorno por déficit de atención. 

Distinguir comportamientos relacionados con la procrastinación puede ser percibido como algo negativo ya que cuando se presentan de manera crónica pueden estar vinculados con una baja autoestima, baja autoconfianza, bajo control inhibitorio, crítica de otros significativos, entre otras cuestiones. 

Para explicar por qué procrastinamos, se han propuesto variados modelos: el modelo psicodinámico, el modelo motivacional, el modelo conductual y el modelo cognitivo; sin embargo el modelo psicodinámico y el modelo motivacional carecen de evidencia empírica robusta para abordar y medir el concepto de procrastinación. Al tratarse de un fenómeno con potenciales características negativas en el desempeño de las personas, haremos una breve revisión sobre los modelos restantes, cuyos desarrollos iniciales se remontan a la década del ‘80: 

Rothblum, Solomon y Murakami (1986) definen el modelo conductual de la procrastinación como “la elección que hace una persona de realizar actividades que tengan consecuencias positivas a corto plazo y evitar la realización de actividades que impliquen consecuencias demoradas”. 

Solomon y Rothblum (1984) presentaron antes del modelo conductual , el modelo cognitivo, afirmando que la procrastinación es el acto de retrasar innecesariamente una tarea que pone en jugo sensaciones de malestar en el sujeto, y a partir de esto, los sujetos presentan patrones evitativos frente a esta clase de situaciones en donde evalúan como baja la posibilidad de sentir satisfacción con su desempeño. Este modelo plantea la postergación de actividades como una disfunción en el procesamiento de la información, que involucra esquemas desadaptativos relacionados con la percepción de las capacidades propias y el miedo en relación a lo social. 

Los modelos nos ayudan a comprender por qué hacemos lo que hacemos y, al identificar el posible origen de nuestro comportamiento, podemos comenzar a pensar en cómo cambiarlo. A continuación, encontrarás algunos consejos para poder, paso a paso, dejar de procrastinar. 

  • Gestiona de manera efectiva tu tiempo: muchas veces la procrastinación se origina en la cantidad abrumadora de trabajo que tenemos que realizar. Es por eso que dividir una tarea muy grande o compleja en tareas más pequeñas y sencillas puede ser una gran herramienta. Y sí, puede que al crear tareas más pequeñas continuemos postergándolas, incluso si son más fáciles; por eso, puedes realizar una línea de tiempo en donde asignarás plazos específicos para realizar cada tarea y fechas límites para la mismas, ya que muchas de esas tareas necesitarán estar hechas para cumplir con las siguientes. La organización es clave para mejorar la calidad de nuestro desempeño así como disminuir los niveles de estrés. 
  • Hacer un seguimiento del tiempo: ¿cuántas veces has realizado una tarea en particular y te has dado cuenta de que no demandó tanto tiempo como el que esperabas? Las personas que procrastinan muchas veces lo hacen porque no logran calcular de manera correcta cuánto tiempo les llevará la tarea, quizás piensan que será mucho tiempo y que no podrán terminarla en ese momento. Lo ideal es cronometrar algunas tareas cotidianas que hagamos y conocer cuanto demoramos en hacerlas, y podremos así tener un mejor manejo del tiempo que disponemos para hacer las cosas, y por ende, una mejor organización.
    También podemos administrar nuestro tiempo con técnicas como la Pomodoro, en la que se cronometran una cierta cantidad de minutos, por ejemplo 25 minutos, durante los cuales realizamos la tarea sin ningún tipo de distractor y luego de esos 25 minutos, tomamos un descanso de 10; y así se repite el ciclo cuantas veces sea necesario. 
  • Tomarse un momento para la reflexión: en muchas ocasiones no reflexionamos cuáles realmente son las tareas importantes que estamos postergando. Sentarse por unos momentos a pensar sobre lo que es verdaderamente importante para nosotros y para lo que deseamos lograr en el futuro puede ayudarnos a cambiar la perspectiva sobre la cual postergamos nuestras tareas importantes. 
  • La importancia del ambiente: nuestro ambiente laboral influye mucho en nuestra productividad. Es recomendable tener una buena iluminación, si es posible natural, y objetos que puedan inspirarte o generarte calma, por ejemplo, una planta. Evita tener objetos distractores, como televisores prendidos o las redes sociales. Existen actualmente muchas aplicaciones que bloquean el acceso a aplicaciones que uno programa por un tiempo determinado. 
  • La regla de los 5 minutos: si siempre postergas una tarea, un buen primer paso es hacerla por solo 5 minutos. Gran parte del problema de procrastinar es que jamás se comienza a hacer la tarea que debemos hacer; por lo cual, la lógica detrás de este consejo es que, cuando empiezas a trabajar y logras hacer la tarea sin mucha dificultad, tendrás inercia para continuar y terminar el trabajo, y esos cinco minutos se convertirán en el tiempo que desees o que tome hacer la actividad en sí. 
  • Hacé actividad física o actividades que relajen tu mente: el realizar una actividad física o meditación ayuda al control de los pensamientos. Como ya hemos nombrado, la ansiedad tiene un vínculo estrecho con la procrastinación y puede generar pensamientos negativos crónicos. El deporte y la meditación pueden ayudar a regular estas emociones, enfocarnos en el presente y tener mejor comprensión de que sentimos y que deseamos para convertirlo en motivación para hacer lo que deseamos hacer. 
  • ¡No te castigues!: Por último, es muy importante no castigarse por demorar o perder algún plazo de entrega, una situación o una tarea. A más auto castigo y culpa, mayor será la ansiedad y el ánimo negativo, y eso hará que en la siguiente tarea que debas realizar, la demores más por evitar ese sentimiento negativo. Aceptar que podemos equivocarnos y que no siempre cumpliremos con los tiempos autoimpuestos es el primer paso para cambiar nuestros hábitos. 

Bibliografía

  • Rothblum, E. D., Solomon, L. J., & Murakami, J. (1986). Affective, cognitive, and behavioral differences between high and low procrastinators. Journal of Counseling Psychology, 33(4), 387–394. https://doi.org/10.1037/0022-0167.33.4.387

Comparte este artículo

Share on facebook
Share on linkedin