Calidad de vida

Bienestar y felicidad: 3 ideas erróneas y 5 cosas que sí podés hacer para aumentarlos

¿Se nace optimista? ¿Está la felicidad asociada a la juventud? ¿Qué rol cumple el dinero en el bienestar? La palabra de una experta.

Bienestar. Un concepto que suena cada vez con más fuerza en consultorios, artículos y probablemente en la mente de habitantes de todo el planeta.

La pandemia que de un día para el otro puso en jaque no solo nuestra cotidianeidad sino también nuestra salud, vino a confirmarnos de manera fehaciente que el bienestar mental y físico van de la mano, y que conseguirlos es un capital invaluable que rinde frutos de por vida.

¿Cómo alcanzarlo? ¿Qué cuestiones tener en cuenta? ¿Qué priorizar? Son solo algunos de los interrogantes que surgen, y a medida que más se va profundizando en el conocimiento, también van cayendo muchos de los mitos que se le asocian.

Clarín conversó con María Roca, psicóloga y directora del Curso de Neurociencias y Bienestar de INECO U, la plataforma de e-learning del Grupo INECO, para comprender qué ideas erróneas debemos desterrar, y que cosas sí podemos hacer para aumentar el bienestar y la felicidad.

Juventud, dinero y genética: 3 ideas falsas
¿Cuáles son los principales mitos que deberíamos derribar respecto a la felicidad y el bienestar?

La primera cuestión es entender que las personas no nacen felices o infelices. Tal como ocurre con el bienestar físico, hay muchas cosas del bienestar emocional que pueden entrenarse. Se puede hacer un curso de técnicas de manejo del estrés, un taller de mindfulness, o uno de gestión emocional.

Suele creerse erróneamente que lo físico es algo que se puede desarrollar, y lo emocional no. Y justamente lo que viene a decir la ciencia es “cuidado, que aquellas cosas asociadas con lo cognitivo, con lo emocional, también pueden entrenarse, cuidarse y de alguna manera prevenir cuestiones que puedan aparecer en el futuro”. Hay muchas habilidades que pueden promover el bienestar físico y mental.

Pero ¿Qué pasa con aquello que escapa a nuestro control? Uno puede llevar a cabo hábitos saludables y no ser feliz porque las cosas no salen como uno quiere.

Obviamente que hay cosas que no están bajo nuestro control y que van a afectar nuestro bienestar, pero cuanto más trabajadas tenga uno estas cuestiones afectivas, mejor las va a poder encarar; no es lo mismo una enfermedad que afecta a una persona que hacía ejercicio físico, que comía saludablemente, que no fumaba, que manejaba bien el estrés; que una persona que no tenía todo esto a su favor.

Lo mismo pasa con el bienestar emocional, la pandemia no aumentó de igual manera los niveles de ansiedad y depresión en personas que quizás tenían una adecuada gestión emocional.

También está el tema de la resiliencia, que se define como la habilidad de enfrentarse a una situación desafiante, traumática, difícil y salir fortalecido de ella, encontrar en el problema un propósito, y eso es una fuente de bienestar: en aquellas personas que pueden atravesar una situación y aprender algo, esto correlaciona con los niveles de bienestar, tanto físico como emocional.

Trabajar estas cuestiones con una persona que ya de por sí es optimista pareciera ser más sencillo que con una pesimista. ¿Es el optimismo una habilidad que puede ser adquirida?

Puede haber una tendencia genética a una forma de procesamiento o a otra. Pero definitivamente son variables trabajables, entrenables, obviamente el que tiene la tendencia al optimismo le va a resultar mucho más fácil todo ese trabajo y hasta quizás le sale naturalmente, pero aquel que no la tiene puede formarse en el optimismo.

¿Cómo? No alcanza solamente con ser consciente de ello, hay que aprender a ver el lado positivo de las cosas mediante ejercicios concretos, como cuando uno va al gimnasio: hay que trabajarlo, repetirlo, se tiene que volver un hábito, el cerebro aprende de la repetición.

Tanto la psicoterapia cognitivo conductual, como talleres que trabajen el bienestar general, nos enseñan cómo aplicar esto en la vida cotidiana, para tener más habilidades y conductas que se asocian al bienestar.

El primer mito a derribar es entonces que la felicidad es algo con lo que se nace. ¿Cuál es el segundo?

El segundo mito que me gustaría derribar es el siguiente: que la juventud trae felicidad. Si bien circula esta idea de “juventud, divino tesoro”, lo cierto es que la relación entre el bienestar y la edad es muy compleja, y depende de distintos factores.

Los que están más estudiados son los factores a nivel socio económicos, y en ese sentido lo que se muestra en la encuesta Mundial de Gallup de 2015 es que en los países en que las necesidades básicas están satisfechas, la relación entre bienestar y edad tiene esta forma de U, es decir, hay mayores niveles de bienestar al inicio de la vida y al final.

En el medio (en la mediana edad, entre 45 y 55), están los peores.

Se supone que esto se asocia a que en esa etapa las personas se suelen sentir muy demandadas tanto por el trabajo como por tener personas a cargo, lo que genera estrés. Ahora, esa U no parece darse en países donde el acceso a la salud y el nivel socioeconómico es menor, ahí aparece que a medida que avanza la vida los niveles de malestar crecen o bien disminuye el bienestar.

Entonces ¿puede asociarse el nivel económico al bienestar?

No, ese es precisamente el tercer mito a derribar. Quienes no tienen las necesidades básicas cubiertas tienen efectivamente menores niveles de bienestar. Ahora, una vez que esas necesidades se cubren, podés ganar más dinero pero se demostró que llegado cierto nivel, tus niveles bienestar ya no aumentan.

Medidas efectivas para el bienestar
¿Qué medidas sí pueden contribuir a incrementar el bienestar?

El cuidado de la salud física en todos sus niveles: ejercicio físico, la alimentación saludable, y el cuidado del sueño. De hecho, el descanso es una de las áreas que tienen más impacto en nuestro bienestar emocional, ya que cuidar nuestro cuerpo es fundamental para estar bien.

A su vez, el impacto que el ejercicio físico tiene en la salud de la mente está subestimado, todos sabemos que el ejercicio físico le hace muy bien al corazón, pero no está tan claro que nos ayuda a enfrentar el estrés, que disminuye la presencia de síntomas anímicos, que genera una protección a nivel cerebral.

¿Cómo son los mecanismos por los cuales el ejercicio le hace bien a la mente?

Cuando uno hace ejercicio físico, se liberan en el cuerpo determinadas sustancias, por ejemplo a nivel cognitivo, se libera una sustancia que se llama BDNF, que es un factor neurotrófico derivado del cerebro, una especie de fertilizante neuronal por decirlo metafóricamente, entre otros.

Todo eso tiene que ver con el funcionamiento cognitivo, la atención, la concentración, lo intelectual, lo que genera es una cascada de eventos biológicos que son protectoras para el cerebro.

El ejercicio físico impacta además en el sistema vascular, y lo que lleva oxígeno a las neuronas es el sistema vascular, entonces el ejercicio previene y ayuda al tratamiento del colesterol, y sabemos que lograr un hábito saludable también te hace bien emocionalmente.

Además del cuidado de la salud física, ¿Qué otras cuestiones pueden llevarse a cabo?

Luego están las variables cognitivas, que tienen que ver con el optimismo, esto de trabajar el lado positivo de las cosas y entrenarse en eso.

La gratitud es otra gran aliada: ejercicios simples como pensar cosas que te hacen bien y por las que estás agradecido cada mañana suma mucho, hay un estudio que muestra que llevar un diario de gratitud mejora tus niveles de bienestar.

También practicar mindfulness, meditación, desconectarse de tecnologías.

Por último, una de las variables que más impacta es la dimensión vincular, contar con una red de apoyo, tener relaciones significativas, de calidad, con personas del trabajo, amigos, familia. Muchas veces, en el trajín de lo cotidiano, no nos hacemos tiempo para eso, pero es una de las variables que mas impactan en el bienestar.

Nota escrita para Clarín https://bit.ly/3uvkjKG

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